23 sept 2008

El Tren de la Vida

La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.

Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que nos serán muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.
Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia.
Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me afierro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valiosa.
Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.

20 sept 2008

EL FLORERO DE PORCELANA

El Gran Maestro y el Guardián se dividían la administración de un monasterio Zen. Cierto día, el Guardián murió, y fue preciso sustituirlo. El Gran Maestro reunió a todos los discípulos para escoger quién tendría la honra de trabajar directamente a su lado. - Voy a presentarles un problema - dijo el Gran Maestro - y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del Templo. Terminado su corto discurso, colocó un banquito en el centro de la sala. Encima estaba un florero de porcelana carísimo, con una rosa roja que lo decoraba. - Éste es el problema -dice el Gran Maestro -resuélvanlo-.


Los discípulos contemplaron perplejos el "problema", por lo que veían los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y la elegancia de la flor. ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el enigma? Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema", hasta que uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos, caminó resolutamente hasta el florero y lo tiró al suelo, destruyéndolo. ¡ Al fin alguien que lo hizo ! - exclamó el Gran Maestro - Empezaba a dudar de la formación que les hemos dado en todos estos años, Usted es el nuevo guardián.


Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro explicó: Yo fui bien claro: dije que ustedes estaban delante de un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado. Un problema es un problema; puede ser un bello florero de porcelana muy caro, como la amistad que ya no tiene sentido, un camino que precisa ser abandonado, por más que insistimos en seguir recorriendolo porque nos trae comodidad... "Solo existe una manera de lidiar con un problema": atacándolo de frente, en estas horas, no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. Recuerda que un problema, es un problema, no tiene caso tratar de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "UN PROBLEMA". Déjalo, hazlo a un lado y continúa tu misión. No huyas de él... No lo escondas ... ¡ Acaba con él.!

El florero de porcelana

El Gran Maestro y el Guardián se dividían la administración de un monasterio Zen. Cierto día, el Guardián murió, y fue preciso sustituirlo. El Gran Maestro reunió a todos los discípulos para escoger quién tendría la honra de trabajar directamente a su lado. - Voy a presentarles un problema - dijo el Gran Maestro - y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del Templo. Terminado su corto discurso, colocó un banquito en el centro de la sala. Encima estaba un florero de porcelana carísimo, con una rosa roja que lo decoraba. - Éste es el problema -dice el Gran Maestro -resuélvanlo-.
Los discípulos contemplaron perplejos el "problema", por lo que veían los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y la elegancia de la flor. ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el enigma? Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema", hasta que uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos, caminó resolutamente hasta el florero y lo tiró al suelo, destruyéndolo. ¡ Al fin alguien que lo hizo ! - exclamó el Gran Maestro - Empezaba a dudar de la formación que les hemos dado en todos estos años, Usted es el nuevo guardián.
Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro explicó: Yo fui bien claro: dije que ustedes estaban delante de un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado. Un problema es un problema; puede ser un bello florero de porcelana muy caro, como la amistad que ya no tiene sentido, un camino que precisa ser abandonado, por más que insistimos en seguir recorriendolo porque nos trae comodidad... "Solo existe una manera de lidiar con un problema": atacándolo de frente, en estas horas, no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. Recuerda que un problema, es un problema, no tiene caso tratar de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "UN PROBLEMA". Déjalo, hazlo a un lado y continúa tu misión. No huyas de él... No lo escondas ... ¡ Acaba con él.!

El sabio de egipto

Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la cuidad de el cairo, Egipto, con la finalidad de visitar un famoso sabio.

El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros.Las únicas piezas de mobiliario era una cama, una mesa y un banco.

-¿Dónde están sus muebles? Pregunto el turista.

- Y el sabio, rápidamente, también preguntó: ¿Y donde están los suyos?

- ¿Los míos?, se sorprendió el turista. Â ¡Pero yo estoy aquí solamente de paso!

- Yo también. Concluyo el sabio. La vida en la tierra es solamente temporal.

Sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices.

El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden.
Por eso existen momentos inolvidables y personas incomparables.

1. Dios no te preguntara que modelo de auto usabas; te preguntara a cuántas gente llevaste.
2. Dios no te preguntara los metros cuadrados de tu casa; te preguntara a cuánta gente recibiste en ella.
3. Dios no te preguntara la marca de la ropa en tu armario; te preguntara a cuántos ayudaste a vestirse.
4. Dios no te preguntara cuan alto era tu sueldo; te preguntara si vendiste tu conciencia para obtenerlo.
5. Dios no te preguntara cuál era tu titulo; te preguntara si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad.
6. Dios no te preguntara cuántos amigos tenías; te preguntara cuanta gente te considera su amigo.
7. Dios no te preguntara en que vecindario vivías; te preguntara como tratabas a tus vecinos.
8. Dios no te preguntara el color de tu piel; te preguntara por la pureza de tu interior.
9. Dios no te preguntara por que tardaste tanto en buscar la salvación; te llevara con amor a tu casa en el cielo.